martes, octubre 8, 2024
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L’art recrea l’escola. Article a La Vanguardia

Ahir va aparèixer un extens article al diari La Vanguardia que parla sobre els projectes del centre i la nostra relació amb entitats com ara el MACBA. Ens anima saber que tot l’esforç dedicat a aconseguir el millor centre possible comença a fer-se visible. Us animem a llegir l’article directament al web del diari o en aquest mateix post:

«El instituto Moisés Broggi ha vivido este curso un misterio. Se trata de un viejo edificio cercano al recinto modernista de Sant Pau de Barcelona al que dan vida y color los alumnos de secundaria, bachillerato y ciclos formativos. Cuenta con grandes espacios comunes y anchos pasillos jalonados de aulas. En uno de esos corredores apareció un día del pasado octubre un montón de sillas en perfectas hileras. Nadie las contó, pero había veinte. La actividad escolar no se detuvo ni un instante con esos objetos cotidianos. Los alumnos entraban y salían de las aulas, y se marcharon sin conceder demasiada importancia a esa nueva presencia. “Es un trabajo de los de 2.º de ESO”, dijo alguien. Pero cuando fueron a preguntarles, sólo obtuvieron el silencio por respuesta.

A la jornada siguiente, las sillas adquirieron una nueva forma: se agrupaban en racimos de cuatro. Y al otro día, los asientos aparecieron de dos en dos, dándose la espalda. Y así cada día, uno tras otro, adoptaban nuevas formas: en círculo, montadas unas sobre otras, en hilera serpenteante, enfrentadas… Por mucho que fueran objetos cotidianos, ya no pasaban desapercibidas. Los alumnos se paraban cada mañana y observaban la nueva instalación. Comentaban las sensaciones que les provocaban. “¿Por qué está silla queda apartada del resto?”, se fijaba uno. “Hoy no hay orden ni concierto”, señaló otro con desagrado. “A mí me gusta esta barricada”, expresó una chica. Ya no es que dejaran indiferentes esos objetos, es que provocaban. “¿Pero qué desorden es este, a qué juegan los chavales de 2.º de ESO?”, preguntaban los profesores que los primeros días sugerían que se devolvieran las sillas al almacén, hasta que recibieron un correo con la pertinente explicación.

Los autores de la instalación decidieron soltar un poco de presión y dejar pistas salpicadas entre las sillas que habían empezado a tunearse: “Seré de colores”, “Construyéndose”, “Pronto seré yo”. Mutis, hasta el mes de marzo, en que, coincidiendo con la celebración de puertas abiertas, se explicó el misterio: “identidats IDENTITATS”.

El instituto Moisés Broggi ha experimentado una transformación radical en los últimos diez años, pasando de ser una escuela que era calificada de máxima complejidad –con reyertas entre los alumnos y con fuerte pérdida de matriculación– a un centro moderno y vital, competitivo, gracias a la elección del arte como eje central de todos los proyectos. Plástica, dibujo, diseño, fotografía, cine, danza, música, teatro…. se invertebran en todas las materias de modo que el arte está presente en cualquier aprendizaje de conocimiento. El resultado es explosivo y evidente: el vestíbulo y los pasillos parecen galerías de arte con sus paredes tapizadas de autorretratos, dibujos naturalistas y volúmenes de formas geométricas. En coherencia, cuenta con el bachillerato de Artes Plásticas y Diseño (que este año oferta 33 plazas, y ya hay una lista de 300 alumnos en espera). La vitalidad de los alumnos que se pasean por el espacio también se hace patente. Y la de los profesores que se entregan a sus proyectos en línea con el ideario propio del instituto. La escuela, auditada externamente, mantiene un proceso de mejora continua para no bajar de las buenas calificaciones obtenidas. Cada año, renueva y amplía las entidades colaboradoras necesarias para conseguir la calidad de sus objetivos artísticos: A Bao A Qu (cine), Fundación Joan Miró y Macba.

La instalación de las sillas deviene de un material pedagógico del Museo de Arte Contemporáneo. La maleta del Macba Expressart contiene miniaturas de objetos cotidianos que artistas plásticos despojan de su contexto rutinario para convertirlos en obras de arte. A partir de contenidos como el chocolate, el espejo, un soldadito o una partitura se trabajan obras de Dieter Roth, Pere Jaume, Miralda o John Cage. El significado de la obra, los materiales y las descripciones. Los materiales sirvieron para las asignaturas de castellano, trabajando las descripciones; inglés, con las frases hechas; música, percutiendo composiciones sonoras con latas o maderas, y, por supuesto, plástica, en que se dibujó el objeto, simplificando, buscando la esencia, trabajando la simetría y el color para crear ritmos plásticos. La maleta incita a la expresión, la reflexión, la generación de ideas y de sueños… sin que nada sea juzgado como bueno o malo sino respetado como algo propio y valioso. Es en este contexto que el maes­tro se vuelve un acompañante del proceso de un aprendizaje vivo.

El grupo escogió finalmente para trabajar la silla un objeto tan ligado al artista catalán Antoni Tàpies. En el propio Macba se exhibe Rinzen (1992-1993), y una nube de aluminio corona la Fundación Tàpies con Núvol i cadira (1990).

Una silla es una silla, pero ¿qué sugiere? ¿Qué evoca? ¿Qué sentimientos provoca? Una silla ¿es un objeto, una foto, una definición? “La silla para Tàpies es un objeto que invita a la reflexión, la contemplación, un objeto cotidiano que en su obra aparece en diversas ocasiones”, explicó Fanny Figueras, la profesora de Artes Plásticas a sus alumnos del Broggi. Para Tàpies, la silla también es juego, símbolo de descanso, amistad, comunicación, familia, reflexión, tortura y poder. “Fuera de contexto una silla no significa nada –continúo su charla–, pero si pensamos quién la hizo, quién la usó, en qué casas habrá ­habitado, todo cambia. Un objeto común puede hablar mucho de ­nosotros mismos”, consideró la profesora.

“¿Y qué dicen nuestras sillas de nosotros si todas son iguales, verdes y viejas?”, respondieron los alumnos. “Nosotros no somos iguales”. La maestra tomó el reto sin ser consciente de adonde iría a parar toda esa locura: “¿Qué querríais expresar con ellas?”. Y así empezó cada alumno a apropiarse de su silla con papel y pegamento, sintiéndose, unos más que otros, artistas. Tomaron asientos prestados del almacén, verdes y viejos, como todos los demás, para usar en la clase mientras durara el proceso plástico. Entonces se planteó la cuestión de dónde guardar las sillas artísticas mientras no las pintaran. “Empoderados por la curiosidad del resto de los alumnos y profesores ante su secreto decidieron expresarse como colectivo –afirma Figueras–, creando cada día una instalación diferente, de forma espontánea o requiriendo el diálogo y la negociación”. Disciplina, conversación, orden, amistad, rabia… Una barrera improvisada, como una montaña de objetos a punto de incinerarse, es lo que montaron ante la fotógrafa Ana Jiménez que retrató todo el proceso de la instalación.»

Carina Farreras. Barcelona 

 

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